Associació Catalana de Sommeliers

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La crianza del COVID-19

3 de juny de 2020

La crianza del COVID-19

Ahora que los últimos de la cola acabamos de pasar a la tan ansiada fase 1 del desconfinamiento, y que tiempo ha habido para reflexiones, limpieza, lágrimas, emociones y actividades, empezamos a ver un poco de luz. 

 Aun así me viene un pensamiento a la cabeza: ¿podríamos hacer un paralelismo y decir que el ser humano es (o ha sido según la fase) un vino a punto de salir al mercado después de su crianza?

 Es la hora de la verdad. 

¿De que materia prima partíamos? ¿Le habremos dado la crianza adecuada? ¿En el recipiente idóneo? 

Ya que tengo tiempo, me arriesgaré, y haré una reflexión, repleta de metáforas divertidas y atrevidas de esas que me gustan. O completamente absurdas para algunos, no podemos gustarle a todos.

El vino puede ser monovarietal, binomio de uvas o coupage más extenso, similar a nuestra situación en esta pandemia en la que nos ha tocado vivir solos, en pareja o grupo de personas (familias, compañeros, etc ... ).

El confinamiento solitario o monovarietal:

Creo que no hace falta recalcar que cada individuo es diferente, igual que lo es la multitud de variedades de uvas que existen alrededor del mundo (más terpénicas, con más poder de envejecimiento, más tánicas, más delicadas, etc ...), por ese motivo el confinamiento lo hemos vivido de manera diversa.

Para ciertas personas obligadas a vivir este encierro en soledad, se habrá hecho aburrido, largo, monótono, con falta de intensidad, igual que pueden parecer algunos vinos monovarietales a paladares intransigentes, buscando más diversidad, o simplemente amantes de los vinos de coupage.

Para otras en cambio, más creativas, con más personalidad y recursos; pro activas en redes sociales, solidarias o incluso inmersas en infinidad de formaciones online, el resultado habrá sido pleno, cargado de vivencias y repleto de matices.

Como estos grandes vinos de chardonnay o pinot noir de la Bourgoña, o esos fabulosos riesling alemanes; o sin ir tan lejos, espectaculares xarel-los, garnachas, mencias, tempranillos (y otros) del país, e infinitos ejemplos de grandes vinos del panorama vinícola.

El confinamiento en pareja, grupo de personas o coupage.

El hecho de no estar solo tiene la ventaja de recibir ánimos cuando uno flaquea. Lo que permite complementarse y apoyarse en los momentos de debilidad o fragilidad con los demás.

Cuando hay buena sintonía, te sientes más fuerte, encontrando equilibrio. Esta harmonía hace que el resultado de tan complicada situación, sea mucho más interesante y rica en matices, fortaleciendo lo positivo de cada persona. 

Lo mismo ocurre con estas mezclas de dos o más variedades, que se complementan para acabar siendo un producto final más complejo, con variedades que se aportan y palian la escasez de ciertos componentes entre sí: acidez, tanicidad, color, estructura, etc ....

En el otro extremo encontramos esos coupages poco acertados. Donde una variedad anula a la otra o apenas le aporta, vinos desequilibrados, diferentes ciclos de maduración mal gestionados, sensaciones punzantes, plagas, ...

Todo ello podría identificarse con estas familias, parejas o grupos que, atrapados bajo el mismo techo durante un largo tiempo, han sido incapaces de superarlo o han tenido momentos de agobio, fricciones entre sí, hasta distanciarse.

Parecido a esas aristas que a veces encontramos en el vino, donde las sensaciones van cada uno por su lado, sin simbiosis alguna.

En medio, quedan aquellas personas que tuvieron unos principios intensos, complicados, tumultuosos (agobio por los deberes de los niños, claustrofobia, teletrabajo, choque de caracteres, ... ), pero que se han ido adaptando a la situación de estos meses de reclusión. Aprendiendo a llevarlo mucho mejor a medida iban pasando los días, igual que los vinos se van afinando con el paso del tiempo.

Hablando del confinamiento en sí, no es aberrante decir que difiere mucho una crianza en acero inoxidable, ánfora, cemento o barricas de 225, de 500, en fudres ... sin entrar en detalle de los tipos y origen de la madera, los tostados, toneleros, etc ...

Estaréis de acuerdo conmigo que estar confinado en un piso diminuto, un apartamento sin balcón o terraza, una vivienda con salida exterior, una casa con jardín, piscina, ... es una diferencia abrumadora, de cómo afecta dicho encierro sobre las personas. Igual que los diferentes ‘recipientes’ previamente citados afectan de manera completamente desigual en los vinos.

Ojo, con esto NO quiero decir que quien viva la penitencia en un chalet con todas las comodidades, sea obligatoriamente el que mejor lleve este confinamiento. Igual que, por ejemplo, usar la mejor barrica nueva o la más exclusiva ánfora de barro, no sea para todos los casos, lo más conveniente según la variedad o tipo de vino que se quiera realizar.

El carácter y personalidad son decisivos.

Y siguiendo con mi reflexión … ¿sería abusar mucho el pensar que cada uno de nosotros seremos un roble, un crianza, un reserva o un gran reserva, según la desescalada?

De nuevo insistiré, que el carácter de cada individuo influirá sobre el resultado de cada una de nuestras crianzas (confinamiento).

Al final, habrán grandes reservas espectaculares, que habrán pulido cualquier aspereza. Enriqueciendo su bagaje, cambiando sus características primarias y joviales por matices terciarios profundos, y sensible evolución.

En cambio, para otros, tan largo tiempo de crianza no habrá sido el más idóneo, ya que puede haberle cansado ... o incluso matado.

El mismo planteamiento se puede aplicar a las otras crianzas (roble, crianza, reserva).

Podría profundizar más, porque cada botella y persona somos seres vivos, y por lo tanto, a pesar de haber recibido la misma crianza, el resultado puede ser diverso. Además si combinamos todos los factores citados, podríamos decir que nos encontramos con una compleja paleta de matices y variantes, que hacen la complejidad y la belleza de este mundo del vino y del ser humano.

Igual que el enólogo siempre busca (en la mayoría de los casos) tocar las teclas adecuadas para crear la mejor melodía vinícola posible, nosotros deberíamos haber aprendido a componer nuestra partitura durante este confinamiento.

No quisiera olvidar a todas estas personas que no han vivido este encierro atípico, como el personal sanitario, tiendas de alimentación, fuerzas del orden, agricultores, transportistas, ...

A todas esas variedades de uva aún les queda unos meses más antes de la cosecha, para elaborar más adelante algún vino de vendimia tardía o unos majestuosos dulces de podredumbre noble. Parece un nombre creado para la ocasión, ¿verdad? … podredumbre : reflejo de este maldito virus, y noble : por tantas personas que se han volcado sin pensarlo en curar y ayudar al prójimo.

O porque no pensar que, con el buen tiempo, están ahora acabando su asoleodeshidratados por dentro, de tantas lágrimas vertidas, para seguir su camino por las soleras y criaderas de los posibles repuntes del virus, añadiendo capas a esta fortalecida base que han desarrollado con esta maldita pandemia, y que, de bien seguro, marcará sus carácter y perdurará a lo largo de sus vidas.

Espero de todo corazón, que al ser humano, sea la crianza que sea que le haya tocado vivir, saque lo positivo de todo esto, por complicado que parezca, porque igual que hay todo tipo de vinos en el mercado, y que hay paladares para todos los gustos, habrá que buscar en la salida, la manera de ser feliz, y hacer feliz a quien nos aprecie.

A partir de ahora, como dicen mis amigos Eva y Ramón : 

¡MÁS VID ... Y MENOS COVID! 

 Eric Vicente

(Sommelier)

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